En nuestro episodio 41 de “Charlas con Sato”, se presentó el Protocolo Great Wall: una solución innovadora enfocada en proteger criptomonedas —principalmente Bitcoin— ante posibles robos físicos. Esta propuesta combina la complejidad de los fractales con una barrera temporal, dificultando el acceso rápido a las claves bajo situaciones de coacción o violencia.
El protocolo se basa en el principio de Kerckhoffs, el cual establece que la seguridad debe radicar en la complejidad del método y no en mantenerlo en secreto. En este caso, la complejidad proviene de un fractal único, generado a partir de una semilla y un período de tiempo específico.
Gracias a esta fusión de complejidad visual y tiempo de espera, el Protocolo Great Wall hace que la coerción física para extraer claves privadas resulte ineficaz.
Los fractales son estructuras matemáticas de gran complejidad que se repiten a distintas escalas, generando patrones visuales únicos. Su uso en el Protocolo Great Wall permite:
Para no sacrificar la usabilidad, el protocolo incluye un asistente de memorización que ayuda a retener la ubicación de la semilla y la ruta dentro del fractal a lo largo del tiempo. De esta manera, el usuario no depende únicamente de su memoria para recordar el complejo patrón; aun así, el intruso no tiene una forma sencilla de acceder a esta ruta sin la colaboración activa del propietario.